El liderazgo de la Iglesia católica está encabezado por el papa, quien es el obispo de Roma y jefe del Estado Vaticano, pero cuando enferma gravemente o queda incapacitado para desempeñar sus funciones, la Iglesia cuenta con procedimientos específicos para gestionar la situación.
Históricamente, la Iglesia ha enfrentado casos en los que los papas han sufrido enfermedades prolongadas o condiciones que les impiden gobernar de manera efectiva. Sin embargo, no existe una normativa estricta que regule la destitución o sustitución de un papa en caso de incapacidad total. De acuerdo con el derecho canónico, el pontífice es el único que puede renunciar voluntariamente a su cargo, como ocurrió en 2013 con Benedicto XVI.
Enfermedad o incapacidad del papa y delegación de funciones
Si el papa enferma, pero sigue consciente y en pleno uso de sus facultades, puede delegar algunas responsabilidades en el cardenal secretario de Estado, quien se encarga de la gestión del Vaticano y de la Curia Romana. Además, otros organismos como la Congregación para la Doctrina de la Fe o la Cámara Apostólica pueden asumir funciones administrativas.
Incapacidad temporal o permanente
El derecho canónico no establece un mecanismo claro para destituir a un papa por incapacidad. En caso de una enfermedad grave que le impida tomar decisiones, pero sin una renuncia expresa, la Iglesia enfrenta un vacío legal.
Si la incapacidad es temporal, la Curia continúa con la administración de la Iglesia sin tomar decisiones definitivas hasta que el papa se recupere. Sin embargo, si la incapacidad es permanente (por ejemplo, en casos de enfermedades neurodegenerativas), la situación es más compleja.
Renuncia y elección de un nuevo papa
El único mecanismo válido para reemplazar a un papa en vida es la renuncia voluntaria, como ocurrió en 2013 con Benedicto XVI. Según el canon 332 del Código de Derecho Canónico, la renuncia debe ser libre y debidamente manifestada. Si el papa no puede expresar su voluntad, no hay un procedimiento para removerlo.
En caso de fallecimiento o renuncia, se convoca un cónclave en el que los cardenales eligen a un nuevo papa. Hasta entonces, el cardenal camarlengo asume temporalmente la administración del Vaticano, pero sin autoridad para tomar decisiones doctrinales o de largo plazo.
Ante la falta de un procedimiento claro en caso de incapacidad total del papa sin renuncia o enfermedad, algunos expertos en derecho canónico han sugerido la creación de un mecanismo para que el Colegio de Cardenales pueda declarar la sede vacante en situaciones excepcionales. Sin embargo, hasta el momento, ninguna reforma ha sido adoptada oficialmente.
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